Traducción de Aymara Boggiano y Julian Olivares
Hoy, casi nos enteramos de los secretos del Nuevo Mundo. La Facultad de Ingeniería de la Universidad de Houston y el Departamento de Estudios Hispánicos presentan esta serie sobre las máquinas que mueven nuestra civilización, y las personas cuyo ingenio las creó.
En 1521 el conquistador español Hernán Cortéz estableció el primer hospital en la ciudad de México y atendía tanto a españoles como a indígenas, el mismo año en que murió Leonardo da Vinci. Hace muchísimo tiempo.
30 años más tarde la Universidad de México, UNAM, abrió sus puertas, y en 1579 se inauguró una facultad de Medicina. Corría entonces el reino de Isabel de Inglaterra. Aún antes de eso ya se otorgaban allí títulos en medicina basados en el sistema educativo español.
España tenía interés en la medicina del Nuevo Mundo. Felipe II ordenó el aprendizaje de las curas mexicanas, pero los médicos españoles tenían problemas con la medicina mexicana. No se preguntaban si servían o no sino más bien qué tanto los indígenas se apegaban al principio de Hipócrates y Galeno. Pensaban que la medicina mexicana se hacía por ensayo y error.
Para 1579 en el Nuevo Mundo ya se habían producido tres textos médicos. Francisco Bravo publicó el primero en 1579. Bravo casi ni menciona su experiencia en la Colonia. Habla sobre una forma de tifus y de una hierba indígena llamada zarzaparrilla. Decía que los indígenas no entendían la naturaleza aristotélica de la zarzaparrilla.
Luego un padre jesuita, Alonso López de Hinojosa, escribió un libro de cirugía en el que evitaba el lenguaje filosófico de la medicina formal y decía que la Iglesia prefería “la salvación del alma de los indígenas a la salud corporal.”
López menciona 50 hierbas nativas que dice “habían nacido en esta tierra por la Gracia de Dios.”
El tercer libro salió en 1579. El fraile Agustín Farfán escribió sobre anatomía, cirugía, medicina y ofreció 60 curas aztecas para uso general México se encaminaba a ofrecerle a Europa una nueva e inmensa farmacopedia cuando todo se estancó. Guenter Risse cuenta como la influencia de la ortodoxia española extendió su largo brazo a través del Atlántico provocando que el sistema acabara con las obras sobre las curas indígenas.
Para cuando lo europeos llegaron a Nueva Inglaterra, México ya había regresado a la práctica de la flebotomía y las purgaciones. Los poderes curativos del aguamiel, la zarzaparrilla y el guayacán quedaban en el olvido.
Hoy en día los farmacólogos recorren las selvas de Centro y Suramérica buscando curas que no sólo han sido olvidadas sino que las especies mismas están en extinción.
Así finalmente volvemos al trabajo que empezaron unos jesuitas inteligentes hace 450 años, pero desgraciadamente llegamos tarde, mal y nunca.
Les habó Aymara Boggiano, en otro episodio de Las invenciones de nuestra inventiva, de John Lienhard en la Universidad de Houston, donde nos interesa el proceso de nuestra fecunda inventiva.
(Tema musical)
Risse, G.B., Medicine in New Spain. Medicine in the New World (R.L. Numbers, ed.). Knoxville: The Univ. of Tennessee Press, 1987.