Traducción de Gabriel Barbieri
Hoy, una lección de integración a través de un acto de exclusión. La facultad de Ingeniería de la Universidad de Houston y el Departamento de Estudios Hispánicos presentan esta serie sobre las máquinas que mueven nuestra civilización y las personas cuyo ingenio las creó.
En agosto del año 1990, unas primatólogas organizaron una conferencia en Santa Cruz, California. El tema de la conferencia era la biología femenina y la historia de la vida. Se abordaban temas tales como los roles de género y la menopausia tanto en las sociedades humanas como en la de los primates. Las dos organizadoras examinaron la lista de potenciales conferencistas: todas eran mujeres.
Fue entonces cuando tomaron una inesperada decisión sobre la reunión: le prohibieron la entrada a la conferencia a los hombres. Definitivamente fue una medida de provocación. Probablemente hasta era ilegal y además también garantizaba armar un tremendo lío.
Las organizadoras defendieron su decisión diciendo que en cierta forma tenía que ver con el tema. Las mujeres hablan más abiertamente sobre temas de su propia sexualidad cuando no hay hombres, decían ellas.
Pero la motivación primordial surgió de la preocupación por el estilo — por la retórica. Notaron con bastante ecuanimidad que las posturas obstruccionistas de los hombres perjudicaban el avance de la conferencia.
Inicialmente los primatólogos no reaccionaron, quizás porque en primera instancia la decisión los había dejado atónitos en un silencio inicial. Más adelante, muchos expresaron su indignación señalando que, obviamente, lo sucedido era inapropiado, ilegal y totalmente atroz.
Entre tanto, recibimos una lección bastante útil. La conferencia progresó sin contratiempos y a fin de cuentas las mujeres obtuvieron muchos logros. Una de ellas comentó:
“Nadie buscaba atacar puntos débiles y tuvimos discusiones, sin victorias ni derrotas.”
Fue quizás involuntariamente que salió a la luz la evidencia condenatoria más pesada sobre la conferencia: una participante declaró que hubiera querido que sus colegas masculinos hubiesen podido observar la reunión. Malo si sí, malo si no, irónicamente las primatólogas se metieron en un callejón sin salida al prohibirle la participación a sus colegas masculinos.
Dudo que otra segregación de este estilo vuelva a ocurrir, y también me hubiera gustado no tener que contar esta historia para repetir el mensaje. La conferencia señala las imperfecciones en el mecanismo que intenta integrar a las mujeres en el ambiente laboral masculino. Operando como una verdadera minoría, la mujer frecuentemente se ha tenido que adaptar a un mundo masculino y a los valores masculinos. Muchas se han asimilado al punto de ser más “hombres” que los hombres a su alrededor.
Estas primatólogas han señalado que ya es la hora de que las mujeres traigan el don de la feminidad al lugar de trabajo. Por siglos hemos utilizado el combate y las disputas para formar las ciencias, pero las mujeres ofrecen una alternativa que permite la búsqueda de la verdad a través de una forma discursiva mucho más permisiva.
Pero no me malinterpreten: no eliminaría el comportamiento estereotípico del hombre, más bien me agrada la parte masculina de mi propio ser. Pero debemos aprender a mezclar lo masculino con lo femenino y encontrar un modo discursivo híbrido. Es hora de aceptar los aportes femeninos y de aprender a aprovecharlo.
Les habló Enrique Barbieri en otro episodio de Las invenciones de la inventiva de John Lienhard, en la Universidad de Houston, donde nos interesa el funcionamiento de la mente inventiva.
(Tema musical)
Dusheck, J., Female Primatologists Confer –– Without Men. Science, Vol. 249, September 28, 1990, pp. 1494-1495.
See also letters to the editor in Science, Vol. 250, Nov. 16, 1990, p. 887, and Vol. 250, Dec. 7, 1990, p. 319.