Traducción de Helena Talaya–Manso
Hoy, una dama ayuda a emprender una revolución. La Facultad de Ingeniería de la Universidad de Houston y el Departamento de Estudios Hispánicos presentan esta serie sobre las máquinas que mueven nuestra civilización, y las personas cuyo ingenio las creó.
Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle, nació en 1963 justo en el momento en que se producía un gran cambio en las ciencias. Los científicos que antes utilizaban un sistema de inferencia lógica para estudiar la naturaleza, ahora comenzaban a usar una combinación de razonamiento con experimentos controlados. El método científico moderno estaba tomando forma. El cambio trae oportunidad y Cavendish ayudó a promover un nuevo desempeño para la mujer en ese mundo en transición.
Creó la versión inglesa de los salones franceses en los que las francesas se estaban abriendo un espacio en las ciencias. Los salones eran en realidad grupos de tertulia serios, cuyas anfitrionas eran mujeres influyentes que atraían a la élite de los pensadores masculinos. En ellos la intervención de las mujeres era para mediar e interrogar — como árbitros del pensamiento. Jugaban un papel extraño ya que eran subordinadas y cabilderas a la vez.
A Cavendish le gustaba la fama y no tenía problema en reconocerlo. Carecía de formación pero eso, como ella misma señalaba, se debía al orden social de su tiempo, y no afectaba su capacidad para pensar.
Ella creó lo que llamó un “semi-círculo”, era una tertulia cuyos integrantes provenía en gran parte de su propio hogar. Intentó con poco éxito entablar correspondencia con los grandes intelectuales del momento. Comenzó a escribir libros de filosofía natural.
Muchas de sus posturas eran bastante tradicionales, no le gustaba la nueva ciencia experimental. El criterio humano es fallido –decía–, y el instrumento humano aún más. Entonces, descubrimos que su esposo coleccionaba los nuevos telescopios que tan radicalmente alteraban la visión humana. Poseía siete de ellos.
Si ella estaba de acuerdo o no con su marido en este tema, no es posible deducirlo de sus escritos. Ella lo llamaba el “guía de su sagacidad”, adoptando la visión tradicional del papel doméstico de la mujer. Primero escribió que las mentes femeninas eran demasiado débiles para la reflexión seria, pero entonces, cambiando su posición en el debate, añadía que “algunas mujeres son más sabias que los hombres”.
Encontró la manera de hacerse oír, teorizando que la materia está hecha a base de átomos inteligentes y que Dios no es necesario para dar vida a la naturaleza. Descubrió como desafiar a Descartes, e incomodó a la reserva científica masculina de la Sociedad Real Inglesa al visitarlos en 1667.
Margaret Cavendish no fue ni una gran pensadora ni una gran revolucionaria. Su historia es la de las mujeres que buscan un nuevo lugar y nos hace pensar en lo difícil que es el viaje cuando no hay caminos. Sólo entonces empezamos a darnos cuenta del atrevimiento y la originalidad de su reivindicación por ocupar un lugar en el mundo del pensamiento.
Les habló Aymará Boggiano en otro episodio de Las invenciones de la inventiva, de John Lienhard en la Universidad de Houston, donde nos interesa el proceso de la mente inventiva.
(Tema musical)
Schiebinger, L., The Mind Has No Sex? Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1989.
Puede encontrarse información sobre ella en la internet en español:
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