Traducción de Aymara Boggiano y Julian Olivares
Hoy, sobrevivimos la Peste Negra. La Facultad de Ingeniería de la Universidad de Houston y el Departamento de Estudios Hispanos presentan esta serie sobre las máquinas que mueven nuestra civilización y las personas cuyo ingenio las creó.
La peste Yersinias Pestis se originó en la Asia de 1347. Una Europa superpoblada, habiendo ya padecido 50 años de hambruna, tuvo otra crisis: las ratas portadoras de la peste desembarcaban de los buques en Génova provenientes de Asia. En tan sólo cuatro años esta peste acabó con el 40% de la población europea. La peste se manifestó en tres formas: la peste bubónica que afecta el sistema linfático, la peste neumónica que afecta los pulmones, y la peste septicémica que afecta el sistema sanguíneo. Mas el término "La Peste Negra" cobija con su mortífera manta todas esas formas.
Después de 1351 la Peste Negra pasó de la fase epidémica, en la que la enfermedad repentinamente aparece, a la fase pandémica. Durante la llamada "peste pandémica", ésta se establecía en el ambiente local, e irrumpía esporádicamente para diezmar la población. Desde las primeras hambrunas de 1290 hasta que la peste pandémica comenzó a retroceder en 1430, Europa perdió 75% de sus habitantes. La Peste Negra es, sin lugar a dudas, la máxima calamidad que nuestra especie haya sufrido.
¿Y qué dejó la peste en su rastro? Por una parte, sacudió el sistema feudal; dejó ricos a muchos herederos sobrevivientes. Y por otra, la mano de obra se encareció. Los salarios se dispararon y el trabajo tomó una cualidad de trastorno. Cuando la muerte acecha, el tiempo también cobra precio y cada minuto adquiere más valor. Antes de la peste, el mundo teocéntrico había sido extrañamente atemporal. Ahora se trabajaba más horas en pos del lucro en una vida acosada por la muerte. La primera nueva tecnología de los años de la peste fue la medición del tiempo, así aparecieron los relojes mecánicos y de arena.
Antes de la peste, la medicina había sido una función de la iglesia. Los médicos eran eruditos muy respetados y bien pagados. Fabricaban argumentos sofisticados lejos de las masas enfermas—algo parecido a los especialistas de hoy día. Tanto la medicina del siglo trece, como la iglesia de la misma época, habían fracasado rotundamente ante la peste. Ahora ambas prácticas médica y religiosa se desplazaron al ámbito laico. La medicina se dedicó a la experimentación y a la farmacología práctica. Ahora los libros de medicina se escribieron—no en Latín—sino en lenguas vernáculas, y por otra casta de gente los nuevos investigadores.
La tecnología tenía que ser menos intensivamente laboral. Tenía que convertirse en tecnología de punta. Por las buenas o por las malas, los años de la peste nos brindaron las ballestas, las nuevas ideas médicas, las armas de fuego con pólvora, los relojes, los anteojos, y un nuevo anhelo por el conocimiento. De manera que al cabo de esta tormenta terrible, y al final del arco iris, se descubrió la vasija de oro. La última tecnología nueva de estos horrorosos 150 años fue la imprenta. Finalmente se derritió lo que Shakespeare llamó el “invierno negro” que nos dio acceso al conocimiento. Y así comenzó el renacimiento de Europa.
Les habló Aymará Boggiano en otro episodio de las invenciones de nuestra inventiva de John Lienhard, desde la Universidad de Houston, donde nos interesa el proceso de la mente inventiva.
(Tema musical)
Gottfried, R.S., The Black Death: Natural and Human Disaster in Medieval Europe. New York: The Free Press, 1983.
McNeill, W. H., Plagues and Peoples. New York: Anchor Book, 1976.