Traducción de Aymará Boggiano
Hoy, un joven maestro de bilogía entrega un balde de huevos de tortuga. La Facultad de Ingeniería de la Universidad de Houston y el Departamento de Estudios Hispánicos presentan esta serie sobre las máquinas que mueven nuestra civilización y las personas cuyo ingenio las creó.
Recientemente mi hijo me recogió un volumen de artículos del Atlantic Monthly de 1916. Uno de ellos cuenta como el autor, Dallas Sharp, hizo su propio descubrimiento en un viejo libro que se encontró en un estante polvoriento, era Historia Natural de Loius Agassiz terminada en 1862.
Este tratado monumental se abre con agradecimientos para individuos que ayudaron a Agassizz: el Reverendo Zadok Thompson hijo de Burlington, Mr. J Jenks de Middleboro y sí ¡Henry David Thoureau! Aquí Thoureau es solo un nombre en una larga lista de quienes tan profusamente exploraron bosques en busca de huevos para suplir a Agassiz con tortugas.
A Sharp le intriga aquello y dice: “Si cada ser humano es un libro potencial”, “ ¿No es por lo tanto increíble que haya tan pocos libros sobre hombres? y sean tan tontos?” Las tortugas de Agassiz están bien, pero que historias se esconden tras estos agradecimientos.
Sharp conoce una de ellas, porque Mr. J. Jenks de Middleboro fue su maestro de bilogía. Jenks le contó a Sharp de como él recogió huevos para Agassiz.
Un día, Agassiz entró en la academia donde enseñaba Jenks, y anunció con voz imperial “Necesito huevos de tortuga en las tres primeras horas de su nacimiento”, Harvard estaba a 40 millas de distancia pero si el joven Jenks podía cumplir con la majestuosa exigencia, sería para él una insignia de triunfo.
Y así, se fue a un estanque en el bosque. Acechó a las tortugas durante un mes hasta que un día temprano en la neblina de la aurora una gran tortuga preñada avanzó torpemente por la orilla arenosa y puso huevos. Jenks los empacó con arena en un balde, montó su caballo y como un tardío Paul Revere se dirigió a la estación del tren.
!Pero espera! ¡Es domingo! Hoy no hay tren. Dio vuelta entonces al caballo y se dirigió a Boston. En la mitad del camino, ya perdía tiempo, pero vio un tren. Plantó su caballo en medio de la vía y forzó la máquina a detenerse. “Huevos para Agassiz” gritó y el conductor le dejó subirse, luego perdían más tiempo en el cambio de vía. Por lo que finalmente saltó del tren andando y de un grito detuvo una carroza-taxi, montó y el l conductor arrancó al galope. Por fin Jenks llegó y golpeó la puerta de la casa de Agassiz, pero la criada no lo dejaba entrar, hasta que apareció en lo alto de la escalera Agassiz en ropa de dormir diciendo: “Déjalo entrar, el trae mis huevos de tortuga”
“Entonces llegaste a tiempo,” preguntó Sharp, “al minuto” dijo Jenks. “y allí [en el estante] está mi copia del gran libro [de Agassiz], continua Sharp.
Así que me fui yo al rincón polvoriento de mi biblioteca a buscar el “gran libro” y allí estaba. Agradecimientos a Thoreau y a Jenks seguido por la poderosa prosa de Agassiz, y al final, también encontré magnificas ilustraciones de tortugas adultas, embriones de tortugas y cortes de huevos de tortugas.
Agassiz era un obstinado, un racista y se equivocó en tantas cosas, pero aún así fue el mejor profesor que jamás existió, y a lo mejor hasta ahora vemos como con media Nueva Inglaterra colaborando con su trabajo ¡todo no podía ser un fracaso!
Les habló Aymará Boggiano de la Universidad de Houston donde nos interesa el funcionamiento de nuestra fecunda inventiva.
(Tema Musical)
Sharp, D.L., Turtle Eggs for Agassiz. Atlantic Classics, First Series. Boston: The Atlantic Monthly Press, 1916, pp. 23-44. (My thanks to Andrew Lienhard for unearthing this old source.)
Agassiz, L., Contributions to the Natural History of the United States of America, four volumes. Boston: Little, Brown and Co., 1857-1862.
Crías de Tortugas emergirndo de lo huevos de Jenk: tomado del libro de Agassiz Contributions to the Natural History of the United States of America, 1857-1862
Image courtesy of Special Collections, UH Library